Alberto Sánchez-Aguilera López, investigador posdoctoral y afectado por la pérdida de talento que sufre el país, lleva casi un año fuera de su casa en Madrid y se ha visto obligado a abandonar su hogar por la poca inversión que hay en España para la investigación. Le apasiona su trabajo, tanto, que lleva toda su carrera dedicado a él, pero aquí no tiene opciones de continuar. Ha dejado a su familia, a sus amigos, su rutina… Ha perdido su vida, pero no es el único.
El desempleo juvenil ha incentivado esta fuga de cerebros. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) la mayor crecida del paro entre 2010 y 2015 se produce en los menores de 25 años. La tasa de desempleo de hombres de esta edad, 48,6 %, es la más alta de todos los países de la Unión Europea. La de las mujeres, con un 48,0 %, es la segunda, solo por detrás de Grecia. Ambos datos suponen más del doble de la media de la UE.
Si se trata del nivel de estudio de los afectados, el INE establece que los menos perjudicados por el paro son aquellos que poseen primer y segundo ciclo de educación superior y doctorado. Las mujeres se sitúan en un 15 % y los hombres en un 11,3 %. El talento está claro que existe. En los últimos tiempos se están doctorando alrededor de 10 000 estudiantes al año. Según recoge el diario El Mundo, entre septiembre de 2015 y marzo del pasado año más de 12 000 lo hicieron en universidades públicas.
El problema, por tanto, no radica en la existencia del capital humano, que es obvio que lo hay, sino en cómo lo gestiona el país. España es el estado europeo que más ha recortado en I+D debido a la crisis económica. Lo que ha llevado a que casi 100 000 españoles dejaran el país el pasado año para buscar una mejor situación laboral. Algunos medios como okdiario hablan del falso mito de la fuga de cerebros. Alegan que durante el periodo de recesión otros países como Alemania dejaron escapar a más jóvenes que nosotros. Ahora bien, el país germano en el mismo periodo de tiempo aumentó su inversión en Investigación y Desarrollo en un 18 %. Otros como Reino Unido lo hicieron en un 1,3 %.
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Este es el lugar que ocupa nuestro país en el Índice de Competitividad en la categoría de talento global. Este ranking realizado a nivel mundial por el grupo Adecco se encarga de medir ciertas aptitudes como la relación salario-productividad o la facilidad para contratar. Otro de los criterios que establece para valorar a los territorios es la fuga de cerebros. En este caso, se debe acudir al puesto 83 si queremos encontrar a España. Queda patente que la capacidad para retener el talento está entre poco y nada.
Para Alberto Sánchez-Aguilera “los problemas en el ámbito de la ciencia empiezan con el doctorado”. Según los datos, las administraciones públicas dedican una parte ínfima a favorecer el futuro de la experimentación. El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte concede 850 ayudas predoctorales de 4 años. Esto supone 1173 € al mes, divididos en 14 pagas. De ellos, el importe neto es de unos 1050 euros aproximadamente. “Hay mucha gente que las necesita y para que te las concedan el corte está muy alto”, señala el biólogo.
“Cuando se llega a la fase postdoctoral, la situación es aún más difícil”, asegura el investigador. El Ministerio de Economía, Industria y Competitividad oferta un total de 625 becas para la fase posterior al doctorado de entre 2 y 5 años. Estas van de los 25 000 a los 33 720 euros brutos anuales en cofinanciación con la entidad que recibe al trabajador. “Además de ser escasas, exigen experiencia en el extranjero y, sobre todo, buenas publicaciones, por lo que el panorama resulta inviable”, añade.
Esfuerzo y dedicación
Echarle muchísimas horas de trabajo, ser flexible con las condiciones laborales o aceptar la posible, y más que probable movilidad. Estos son algunos de los aspectos a tener en cuenta que Sánchez-Aguilera recalca si quieres entrar en el campo de la ciencia. A pesar de todo, anima a los estudiantes a hacer lo que realmente les guste. “Luego las perspectivas de trabajo son muy difíciles y es bastante duro hacerse un hueco”, declara. El afectado por la fuga de cerebros admite que “resulta muy complicado conseguir trabajo estable y bien valorado, pues la precariedad está a la orden del día”.
El científico confirma que esta dificultad laboral se debe a la competitividad por lo que considera un punto clave enriquecer el currículum. “La carrera hoy en día es un mínimo y no un plus”, aclara. Aprender idiomas, programación, creación de páginas web, manejo de programas de ofimática, edición de imagen, fotografía … todo con título, por supuesto. “Es el futuro, mi futuro”, sentencia. En la actualidad no se arrepiente de haber optado por este camino ya que encontró trabajo desde que terminó la carrera. Aun así, sostiene que “si hubiera sabido cómo iba a ser la fase pre y postdoctoral, posiblemente hubiese optado por otras cosas”.
Si todos los que son como él y los que aún están por venir eligieran otros caminos, ¿qué será de la investigación en nuestro país? España genera de manera continua mentes brillantes que se ven obligadas a llevar vidas precarias fuera del país. Hemos exportado la generación más preparada de la historia, pero como muchos afirman “volveremos”. Volverán cuando puedan, porque al menos de momento, aquí, siguen sin futuro.