Olaya Hernández Martínez es alumna de segundo de Psicología en la Universidad de La Laguna. Compagina sus estudios con su pasión por la danza, que le acompaña desde los cuatro años. “Disciplina, constancia y dolor” son las tres palabras que ella le atribuye al ballet y que, superándolas día tras día, han conseguido que esta bailarina, a pesar de su corta edad, haya formado parte de la Compañía de Ballets de Tenerife y que actualmente sea profesora del nivel de iniciación del Centro Internacional de Danza, academia que la ha formado desde sus inicios. En esta entrevista, concedida para PERIODISMO ULL, nos cuenta cómo se ve la disciplina del ballet a través de su mirada.
¿Por qué empezaste a practicar esta disciplina? “Empecé a hacer Ballet por decisión de mi madre. Por las noches no dormía bien y necesitaba hacer una actividad física que me agotase».
¿Qué sientes al subirte a un escenario? “Emoción. Al principio también nervios, pero conforme vas viendo que las cosas van saliendo como las has ensayado durante tantísimas horas, todo se convierte en emoción y gratitud».
¿Si te dieran la posibilidad de representar algún ballet cual te gustaría bailar? “Probablemente elegiría El Quijote por el carácter español que representa este ballet. Los clásicos como El lago de los cisnes y demás, no me gustan tanto».
«Siempre hay ciertas cosas a las que tienes que renunciar y, en mi caso, es a la vida social»
Siempre hay debate con esta pregunta. Pero para ti, ¿El ballet es un deporte o un arte? “Yo personalmente pienso que un bailarín es un atleta. Un bailarín es una persona que entrena más que un jugador de fútbol profesional. ¿El ballet un deporte? No. Pero sí considero que es una modalidad artística cuyos protagonistas son verdaderos deportistas».
Actualmente, eres profesora en la academia que te ha visto crecer. ¿Qué significa esto para ti? “Para mí, trabajar en el lugar donde yo empecé y donde me han formado es un completo orgullo. Saber que yo, año tras año, puedo llegar a formar a niños que quizás en un futuro puedan pertenecer a este gran y complicado mundo me enorgullece. Ver que aprenden, que progresan y que les gusta es un proceso muy gratificante. También es una responsabilidad, claro está. El ballet al igual que muchas otras actividades, tanto deportivas como artísticas, conlleva riesgos físicos. Mal enseñado y sin las medidas adecuadas para su práctica puede causar daños. Yo misma me he caído y me he lesionado: esguinces, roturas de ligamentos, eso es lo más normal. Entonces hay que hacer siempre las cosas con cabeza y con mucho cuidado. Pienso que es importante explicar todo correctamente, para que no se produzcan accidentes que depende de uno mismo evitar».
¿Cómo compaginas el ballet con tu vida académica y personal? “Mentiría si te dijera que es fácil. Siempre hay ciertas cosas a las que tienes que renunciar, y en mi caso es a la vida social. También depende de la época, cuando tienes más tiempo libre se lleva mejor, pero cuando estás en época de exámenes o cuando las convocatorias están cerca, mi fin de semana se resume en ir a ensayar y en estar en casa estudiando y haciendo trabajos. Por lo tanto también renuncio al sueño, pero bueno, ‘sarna con gusto no pica’ «.
Estudias Psicología en la Universidad, ¿en un futuro te gustaría trabajar en algo que tuviera que ver con la Psicología y la Danza? “Sí. Me gustaría especializarme en psicología deportiva. Pienso que, sin descalificar a nadie, un psicólogo especializado en psicología deportiva, tiene que haber sido deportista antes. Por ejemplo, un profesor de ballet tiene que haber bailado, no necesariamente a gran escala, pero si haberlo practicado. De esta manera podrá empatizar mejor con el bailarín, y en mi caso, empatizar mejor con el paciente. Quizás al conocer el ‘mundillo’ puedo ayudar un poquito más, tampoco voy a decir mucho, a personas que en un futuro se encuentren en las circunstancias en la que yo me encuentro ahora como deportista. Aunque aquí, en España, esta especialización no está muy desarrollada».
¿Crees que la danza (el ballet) tiene el reconocimiento que merece en nuestra sociedad?
“Definitivamente no. Vivimos en un país donde la sociedad es capaz de pagar una entrada de 150 euros por una final de la Champions pero luego una entrada de 50 euros para ir al teatro la consideran cara. Volvemos a lo de antes, el entrenamiento de un bailarín es incomparable con el de un futbolista. Un bailarín hace un calentamiento, hace clases donde mejora y perfecciona, tiene un mantenimiento físico detrás, mas sus correspondientes horas de ensayo. No se les tiene nada considerados. Ya lo han manifestado muchísimos bailarines españoles que se han tenido que ir fuera, ya que en España sólo existe una compañía reconocida. Desgraciadamente, vivimos en un país donde la cultura no es lo que prima».
Después de tantos años bailando, ¿qué es lo que te sigue apasionando de este arte? «El ballet tiene algo muy positivo y creo que es el principal motivo por el que muchas veces, si te gusta, te seduce y es que nunca tienes suficiente. Siempre lo puedes hacer un poco mejor, y en el momento que lo consigues, quieres más y más. Lograr hacer cosas que ni te imaginabas que llegarías a hacer es adictivo. Ver que vas avanzando, que vas subiendo escalón a escalón, es lo que engancha. Al menos a mí, todos estos años después, es lo que me tiene aquí dentro todavía y que me seguirá teniendo hasta que pueda seguir haciéndolo».