Según la Real Academia Española (RAE), un bulo es una «noticia falsa propalada con algún fin». Hoy, cualquier persona goza de la capacidad de definir lo que es un bulo. Lógico. Casi de manera contundente, sería capaz de asegurar que la inmensa mayoría ha sido víctima de una fake news que camina con plena libertad, sobre todo, por las redes sociales. El fin de quienes lo propagan lo desconozco, pero, como si de una cortina de humo se tratase, los bulos han desvanecido lo indudable.
Que Internet se ha convertido en un medio de comunicación de masas no debería sorprender a nadie. El problema reside en los filtros que pone la red. No existen. Es, sin duda, el lugar perfecto para que las mentiras naveguen y crezcan sin límites. Mientras, tú, persona que tiene el derecho a recibir información veraz, queda a merced de la desinformación.
Diferentes especialistas ya alertaban del tema porque, en la era de la infoxicación, la sobreinformación nos desinforma y difumina, aún más si es que cabe, el débil biombo que separa la verdad de la mentira. Quizá, deberíamos empezar a plantearnos que, por distópico que parezca, las redes ejercen un sigiloso e indirecto control sobre la mente humana.
«Es hora de trazar iniciativas que fomenten la alfabetización mediática»
Se nos está haciendo tarde. Según el Informe sobre Alfabetización Mediática en España, elaborado por la Fundación Luca de Tena, el 74 % del profesorado cree que el alumnado está desinformado y un 67 % opina que no se les ha formado para analizar, a través de una actitud crítica, la información que reciben.
Es hora de trazar iniciativas que fomenten la alfabetización mediática y es que el consumo de falacias y bulos no es más que el producto de mentes que yacen dormidas porque no verifican, no cuestionan, no analizan ni buscan respuestas. Mentes que se han convertido en víctimas de la mentira, de la duda y de un sistema que no es capaz de frenar esta lacra que va in crescendo.
Los medios de comunicación, ahora, deberían convertirse en un lugar seguro al que recurrir para garantizar, por encima de todas las cosas, la veracidad. En cualquier contexto de crisis social o situación dramática la información es clave para la ciudadanía. Es responsabilidad de los medios construir un espacio donde desmentir falacias y verificar datos. Un espacio donde la confianza que la sociedad deposita en periodistas no acabe en tierra de nadie y donde el pacto de la verdad sea respetado.